Hoy quiero hablarles desde lo profundo del corazón, dirigiendo este mensaje a aquellos que, aunque no conocen a Dios, sienten un vacío y un peso en sus vidas que no pueden explicar. En medio de este mundo lleno de incertidumbre, angustias y desesperanza, sé que muchos se sienten como el hombre que llevaba treinta y ocho años postrado al lado del estanque de Bethesda, esperando un milagro que nunca parecía llegar.
El relato del paralítico de Bethesda, narrado en Juan 5, es un poderoso mensaje de la situación que muchos viven hoy en día. Este hombre estaba solo, desamparado, y sentía que cada vez que la oportunidad de ser sanado se acercaba, alguien más lo adelantaba, dejándolo en la misma condición, sin esperanza. ¿Cuántos de ustedes se han sentido de la misma manera? ¿Cuántas veces han sentido que, a pesar de sus esfuerzos, la vida sigue sin cambiar, que los problemas se acumulan y las soluciones se escapan de sus manos?
Vivimos en una época donde el estrés, la ansiedad y la soledad son compañeros constantes. Muchos se sienten atrapados en situaciones de las que no pueden salir: deudas que no dejan de crecer, relaciones que se desmoronan, enfermedades que no sanan. Y en medio de todo esto, surge una pregunta que quizás no han hecho en voz alta, pero que está latente en su corazón: ¿Dónde está Dios en todo esto?
Permítanme decirles algo que quizás nunca han escuchado: Jesús, el mismo que se acercó al paralítico en Bethesda, está hoy aquí, a tu lado, preguntándote: "¿Quieres ser sano?" Tal vez no estés buscando una sanidad física, pero sí una paz en tu corazón, una salida a tus problemas, un propósito para tu vida. Y la respuesta está en Él.
Jesús no solo sanó al hombre físicamente, sino que también le dio una nueva oportunidad de vida, una vida libre del pecado y la desesperanza. Él no necesita que esperes un ángel que agite las aguas; Él mismo es el agua viva que puede calmar tu sed espiritual, la luz que puede disipar las tinieblas en las que te encuentras.
Hoy, Jesús te dice: "Levántate, toma tu lecho y anda." No sigas esperando que las circunstancias cambien, no sigas buscando respuestas en lugares equivocados. Acércate a Él, permite que entre en tu vida, y verás cómo las cosas empiezan a transformarse.
Amado amigo, amiga, este es un llamado a abrir tu corazón a Jesús, a dejar que Él obre en tu vida como lo hizo con aquel hombre en Bethesda. No importa cuán larga haya sido tu espera o cuán profunda tu angustia, Jesús tiene el poder de cambiar tu situación. Solo tienes que decir "sí" a su invitación, dejar que Él sea tu Salvador, tu refugio, tu fortaleza.
Si hoy sientes que estas palabras resuenan en tu corazón, te invito a hacer esta sencilla oración conmigo:
"Señor Jesús, reconozco que necesito de Ti. Hoy te entrego mis cargas, mis miedos, mis dolores. Perdóname por haber vivido sin Ti. Te invito a entrar en mi vida, a ser mi Señor y Salvador. Confío en que Tú puedes sanar mi corazón, darme una nueva esperanza y guiarme en un nuevo camino. Gracias por amarme y por la vida que me das. Amén."
Si has hecho esta oración, quiero que sepas que no estás solo. Jesús ha escuchado tu clamor y está contigo, dispuesto a guiarte y fortalecerte en cada paso que des. Hoy es el comienzo de una nueva vida, un nuevo caminar lleno de fe, esperanza, y amor en Cristo. ¡Dios te bendiga!