Estimado lector, ¿Alguna vez te has sentido abrumado por las dificultades de la vida? ¿Has experimentado pérdidas dolorosas que te han dejado cuestionando la presencia de Dios? En esos momentos de oscuridad, es reconfortante recordar que nuestro Padre celestial no está distante ni indiferente a nuestro sufrimiento. La Biblia nos revela un Dios lleno de compasión que ve nuestras luchas y se compadece de nosotros.
Lucas 7:11-17 nos presenta una historia conmovedora que ilustra este punto de manera poderosa. En este pasaje, vemos a Jesús en la ciudad de Naín, donde se encuentra con una viuda desconsolada que está a punto de enterrar a su único hijo. Ante tal dolor, Jesús se compadece de ella y, con una palabra de poder, resucita al joven. Este milagro no solo demuestra el poder divino de Jesús, sino también su profundo amor y compasión por aquellos que sufren.
Salmo 34:18: “Cerca está Jehová de los quebrantados de corazón, y salva a los contritos de espíritu.” Este versículo nos asegura que Dios está siempre cerca de aquellos que están sufriendo, listo para consolarlos y levantarlos.
Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Aunque las circunstancias puedan ser difíciles, podemos confiar en que Dios está trabajando todas las cosas para nuestro bien, incluso en medio del sufrimiento.
¿Qué podemos aprender de esta historia y de estos versículos?
Dios ve nuestro dolor: Nuestro Dios es omnisciente y ve cada lágrima que derramamos y cada dolor que sentimos. Él conoce nuestras luchas más profundas y se compadece de nosotros.
Dios tiene poder para sanar: Al igual que resucitó al hijo de la viuda de Naín, Dios tiene el poder de sanar nuestras heridas emocionales y espirituales.
Dios quiere consolarnos: Nuestro Padre celestial desea darnos consuelo y paz en medio de nuestras tormentas. Podemos acudir a Él con confianza, sabiendo que Él nos escuchará y nos responderá.
Oración
Querido Dios, te agradezco por tu inmenso amor y compasión. Reconozco que he pecado contra ti y que necesito tu perdón. Hoy abro mi corazón a ti y te invito a entrar en mi vida. Ayúdame a confiar plenamente en ti, especialmente en los momentos de dificultad. Dame la fuerza para superar mis luchas y la esperanza de un futuro mejor. En el nombre de Jesús, Amén.
Si sientes que la carga es demasiado pesada, si necesitas una mano amiga, un oído dispuesto a escuchar o un corazón que ore junto al tuyo, te invitamos con todo el amor y la sinceridad de nuestro ser a que te acerques a nosotros.
No dudes en contactarnos. Con humildad y alegría, estamos aquí para servirte, para orar por ti y para ser un refugio de paz en medio de la tormenta.
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