El autoengaño. Un espejo roto
El filósofo y sociólogo Erich Fromm1 sugirió que vivimos en una era de "escapismo", donde nos distraemos para evitar enfrentar nuestras verdades más dolorosas. Nuestra cultura moderna, con su enfoque en el individualismo y la apariencia, nos ha conducido a una desconexión profunda de nosotros mismos y de los demás. Nos vestimos con la armadura de la autosuficiencia, aparentamos ser invulnerables, y construimos narrativas donde siempre somos los héroes. Pero, en el fondo, sentimos el vacío.
Santiago 1:22 lo pone claramente: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. Este versículo es una sacudida a nuestra conciencia. Nos recuerda que no basta con escuchar la verdad; debemos vivirla. ¿Cuántas veces hemos dicho que creemos en algo, pero nuestras acciones nos traicionan? La disonancia entre lo que proclamamos y lo que hacemos no solo nos separa de Dios, sino también de nosotros mismos.
Las múltiples formas del autoengaño
El autoengaño es más complejo de lo que queremos admitir. Se presenta de manera sutil, como esas pequeñas mentiras que nos contamos para sobrevivir. “Lo que hago no es tan malo”, “Dios tiene cosas más importantes de qué preocuparse”, “Mañana cambiaré”. Pero estas excusas no son más que espejismos, distorsiones que nos alejan del propósito divino.
- Justificación moral: Nos convencemos de que nuestros actos son aceptables porque los demás también los cometen. Aquí encontramos una resonancia con las palabras de Pablo en Romanos 12:2: "No os conforméis a este siglo". En lugar de ajustarnos a los estándares de este mundo, estamos llamados a ser transformados.
- Orgullo camuflado de virtud: Nos decimos que somos "buenas personas". Pero la bondad, según la perspectiva divina, va más allá de la moralidad superficial. "Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). El autoengaño se sostiene en la comodidad de nuestras propias justificaciones.
- El miedo al cambio: Cambiar es aterrador porque implica reconocer nuestra fragilidad. Jesús, en Mateo 16:24, nos desafía: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". El verdadero cambio empieza con la negación del ego, con la disposición de rendir nuestras máscaras y seguirlo a Él.
Liberación, la verdad como antídoto
El sociólogo Zygmunt Bauman2 describió nuestra era como una "modernidad líquida", donde nada es firme y todo está en flujo constante. Vivimos en un mundo donde las verdades absolutas son vistas con escepticismo, y lo relativo reina. Sin embargo, en medio de esta inestabilidad, la Palabra de Dios permanece inmutable, sólida, eterna.
El autoengaño se derrumba cuando nos enfrentamos cara a cara con la verdad de Cristo.
No una verdad que simplemente escuchamos, sino una verdad que abrazamos y encarnamos en nuestra vida diaria. Jesús no vino solo a darnos enseñanzas filosóficas o morales; Él vino a transformarnos desde lo más profundo. "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17).
La conversión no es solo un momento de iluminación; es un proceso constante de transformación. Nos invita a vivir con autenticidad, a dejar atrás las fachadas que nos protegen pero que también nos encarcelan. Al permitir que la luz de Cristo entre en cada rincón oscuro de nuestro ser, encontramos verdadera libertad.
La responsabilidad de los privilegiados
Si estás leyendo esto, probablemente formes parte de una élite que ha sido bendecida con recursos, educación y oportunidades. Sin embargo, "A quien mucho se le da, mucho se le demandará" (Lucas 12:48). Nuestro privilegio conlleva una responsabilidad ética y espiritual: ser agentes de cambio, no solo en nuestras vidas, sino en la vida de aquellos que están a nuestro alrededor.
El autoengaño se desmorona cuando entendemos que nuestra vida no nos pertenece solo a nosotros. Dios nos ha bendecido para que seamos bendición para otros. Debemos trascender nuestras comodidades y comodificar nuestro éxito para convertirlo en impacto, en servicio, en compasión activa. En palabras de Jesús, "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" (Mateo 25:40).
Una vida auténtica
Estimado lector, tu vida es más que la suma de tus logros y posesiones. Es una historia escrita por Dios mismo, una historia donde te invita a ser auténtico, vulnerable y, sobre todo, transformado por Su gracia. El autoengaño te promete una seguridad momentánea, pero la verdad de Cristo te ofrece una libertad eterna. No sigas actuando en la película de tu propia vida. Despierta. Rompe las cadenas. Vive la verdad que fue escrita para ti desde el principio de los tiempos.