El mandato de la Gran Comisión es claro y directo. Jesús, antes de ascender al cielo, dio esta orden a sus discípulos: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mateo 28:19-20). No fue una opción, no fue una propuesta; fue un mandato que sigue vigente hoy para todos los que seguimos a Cristo.
Este llamado no se limita a las fronteras internacionales. Comienza en nuestro entorno, en el lugar donde Dios nos ha plantado. Realiza misiones urbanas, rurales. Evangelismo en tu barrio, vereda, pueblo o ciudad. Cada rincón de tu entorno es un campo de misión esperando la semilla del evangelio. No necesitas ir a las naciones lejanas para cumplir el mandato de Dios; puedes comenzar aquí y ahora, llevando el mensaje de salvación a los corazones que te rodean.
Desde el principio, Dios ha llamado a su pueblo a ser luz para las naciones. En Isaías 49:6, Dios declara: “Te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra”. Este llamado a ser testigos de su gracia y amor no es algo nuevo, es una misión eterna que corre por las páginas de la Biblia. Pero esa misión no está limitada a lo lejano; también incluye evangelismo en tu barrio, vereda, pueblo, y ciudad. Cada lugar donde pongas tus pies es tierra fértil para el mensaje de Cristo.
El apóstol Pablo, en su pasión por cumplir este mandato, dijo: "¡Ay de mí si no predico el evangelio!" (1 Corintios 9:16). Sabía que llevar el evangelio no era solo una responsabilidad, sino un deber ineludible. Ya sea en tu comunidad local o en tierras lejanas, el llamado es el mismo. Realiza misiones urbanas, rurales. Lleva el evangelio a tu barrio, a las calles de tu ciudad, o a la vereda más alejada. El evangelio es poder de Dios para salvación (Romanos 1:16), pero necesita ser predicado, donde sea que estés.