El Señor les bendiga, estimados pastores, líderes, obreros y misioneros alrededor del mundo. Desde Bolivia, este campo misionero donde llevamos 30 años sirviendo al Señor, queremos compartir con ustedes una palabra que arde en nuestro corazón. A lo largo de esta Semana Mundial Misionera, hemos recordado el privilegio y la responsabilidad que tenemos como iglesia: llevar el mensaje de salvación a las naciones y a cada rincón donde reina la oscuridad.
El clamor de las almas es real y urgente
Como lo describe el salmista en Salmo 142:3-4, “Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda. En el camino en que andaba me escondieron lazo. Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer. No tengo refugio; no hay quien cuide de mi vida”. Este grito de desesperación no es solo una historia de antaño; es el clamor de millones de almas hoy, personas que viven atrapadas en el sufrimiento, el pecado y la soledad, anhelando una esperanza que aún no conocen.
Jesús murió por ellas
Sabía que el precio de nuestra salvación era su propia vida, y lo pagó con amor indescriptible. Como iglesia, compartimos no solo las aflicciones de Cristo, sino también su misión de redención. El llamado de la Gran Comisión es claro: llevar el evangelio a toda criatura, ser luz en medio de las tinieblas, ser la respuesta para un mundo en angustia. ¿Cómo podríamos ignorar este llamado?
La misión de la iglesia no es un esfuerzo secundario; es el latido del corazón de Dios. En Salmo 2:8, el Señor nos da una promesa: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”. Él nos ha confiado la tarea de pedirle por esas almas, de reclamar naciones enteras para Su gloria. Y hoy, a través del trabajo misionero, estamos respondiendo a ese mandato, plantando iglesias, formando obreros, alcanzando a aquellos que nunca han escuchado Su nombre.
Querido lector, el clamor de las almas no cesa. Las personas están cautivas, atadas en lazos de muerte, de pecado, de dolor. Muchos aparentan disfrutar del pecado, pero en lo profundo de su ser están vacíos, sin rumbo, muertos en sus delitos. Como dice Efesios 2:1, “Estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. Es nuestra misión, como iglesia, ir en su búsqueda, mostrarles que en Cristo hay vida, hay esperanza, hay libertad.
No nos cansemos de hacer el bien
Hoy, el Señor nos llama a no detenernos, a seguir sembrando con lágrimas porque sabemos que cosecharemos con gozo. Gálatas 6:9 nos exhorta: “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”. Cada esfuerzo en la obra misionera, cada sacrificio, cada paso de fe, es una semilla plantada para la eternidad.
Desde aquí, en Bolivia, queremos enviarle un mensaje de aliento. Siga adelante, amado hermano. Las almas están clamando, y el Señor nos ha dado la respuesta. Como iglesia, tenemos el privilegio de ser Su instrumento en esta tierra. No se detenga, no se rinda. Las recompensas de Dios son eternas, y lo que sembramos hoy, lo recogeremos para vida eterna.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita de una iglesia que esté despierta y activa en su misión
Jesús murió para salvar, y nosotros estamos llamados a continuar esa obra. Que el clamor de las almas afligidas nos impulse a movernos con urgencia, a ser la respuesta que tanto anhelan. Este es nuestro tiempo, nuestra misión, y Dios nos ha dado una promesa: las naciones serán nuestra herencia.
En Cristo Jesús
Pastor José Omar Tejeiro
Presidente AMIP
