Un Corazón Misionero
El corazón de Dios siempre ha sido misionero. Desde el principio, Él ha anhelado que todas las personas conozcan su amor y su gracia. Jesús mismo nos dejó un claro mandato: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Este llamado no es opcional para los creyentes; es una parte esencial de nuestra identidad.
Héroes de la Fe
Los misioneros son héroes anónimos que han dejado sus hogares y comodidades para llevar la luz de Cristo a lugares oscuros. Su sacrificio y dedicación son un testimonio poderoso del amor de Dios. Al igual que Pablo, ellos han dado sus vidas por el evangelio, buscando no su propio beneficio, sino el de los demás.
El Gozo de Dar
Dar es un privilegio que nos permite participar en la obra de Dios. Cuando damos de nosotros mismos, de nuestro tiempo y de nuestros recursos, estamos invirtiendo en la eternidad. Como dice el apóstol Pablo, “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Al apoyar las misiones, estamos sembrando semillas de esperanza que producirán un abundante fruto.
Un Legado que Perdura
La Semana Mundial de las Misiones ha llegado a su fin, pero nuestro compromiso con la misión debe continuar. Podemos seguir participando en esta obra de diversas maneras:
- Orando: Elevemos nuestras oraciones por los misioneros, para que sean fortalecidos y guiados por el Espíritu Santo.
- Dando: Contribuyamos generosamente a las misiones, sabiendo que cada don cuenta.
- Siendo: Vivamos vidas que sean un testimonio del amor de Cristo.
- Involucrándonos: Busquemos oportunidades para servir en nuestra iglesia y en nuestra comunidad.
La misión es una aventura que nos invita a salir de nuestra zona de confort y a explorar nuevos horizontes. Es una oportunidad para experimentar el gozo de dar y de ver vidas transformadas por el poder del evangelio. Que el Espíritu Santo nos guíe y nos inspire a continuar sembrando esperanza en un mundo que tanto la necesita.
