Vivimos en un mundo donde el materialismo ha tomado el control de nuestras vidas
La sociedad nos enseña que acumular riquezas, tener éxito financiero y alcanzar estatus nos dará felicidad. Pero, ¿cuántas veces has alcanzado lo que deseabas y aun así te has sentido vacío? Jesús nos advierte sobre este engaño: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino hacéos tesoros en el cielo” (Mateo 6:19-20). Lo que buscas no está en las cosas de este mundo, está en lo eterno, está en Cristo.
Quizás has escuchado que seguir a Dios te dará todo lo que deseas en términos de bienes materiales y prosperidad, pero la verdad es que la fe no es una fórmula para el éxito económico. El evangelio no es un camino para hacerte rico, es un camino para encontrarte con Dios, para que Él transforme tu vida desde lo más profundo. “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). La verdadera bendición está en una vida llena del Espíritu, no en los bienes que puedas acumular.
Cristo no promete una vida sin dificultades, sino una vida en la que Él será tu fortaleza en medio de las pruebas. Las pruebas que enfrentas hoy, ese dolor, esa soledad, esa angustia, no son en vano. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:2-3). Jesús está llamando a tu puerta en medio de tu sufrimiento, y te invita a dejar todo en sus manos. Él te dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
¡Cristo es tu descanso!
"Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu." Juan 3: 1-8
No busques llenar tu corazón con lo temporal, con lo que perece. Las riquezas pueden desaparecer, la fama puede desvanecerse, pero el amor de Cristo es eterno. Él te ofrece una paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7), una paz que el mundo no puede ofrecer. Esa sensación de vacío que sientes en lo más profundo de tu ser es porque tu alma clama por Dios, por su amor, por su presencia. “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía” (Salmo 42:1). Tu alma ha estado sedienta, y solo Cristo puede saciar esa sed.
El verdadero propósito de tu vida no está en lo que posees, sino en quién eres en Cristo. Dios te llama a algo más grande que cualquier logro terrenal. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Jesús no promete riquezas materiales, pero te promete una vida llena de propósito, de amor, de plenitud. Él te promete una vida eterna junto a Él. “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Esa abundancia no es de cosas materiales, es una abundancia de amor, de paz, de esperanza.
Si hoy sientes que todo lo que has buscado en el mundo no ha sido suficiente, si hay una inquietud en tu corazón, te invito a entregarte a Jesús. No sigas buscando en los lugares equivocados, no sigas tratando de llenar ese vacío con cosas que se desvanecen. Cristo está esperando por ti con los brazos abiertos, lleno de amor y misericordia. Él te llama hoy, “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Abre tu corazón a Cristo, Él es la respuesta que has estado buscando toda tu vida.
Oración
Señor Jesús, hoy reconozco que he buscado en las cosas de este mundo lo que solo Tú puedes darme. Te pido que llenes mi corazón vacío, que me des la paz que mi alma tanto anhela. Ayúdame a entender que lo material es pasajero, y que la verdadera vida está en Ti. Hoy decido abrir mi corazón para que entres y transformes mi vida. Perdona mis errores y guíame por el camino de la verdad. Gracias por tu amor incondicional y por ser la respuesta a cada una de mis necesidades. Amén.
