Asociación Misionera de Iglesias Pentecostales

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Querido lector, quizás te preguntes por qué deberías prestar atención a un texto religioso si no eres creyente. La respuesta es simple: porque las enseñanzas que contiene, como las del Evangelio de Lucas, capítulo 7, versículos 1-10, hablan de valores universales que enriquecen nuestras relaciones humanas y nos inspiran a ser mejores personas.

En lo profundo de nuestras almas, muchos de nosotros estamos librando una batalla silenciosa que nos consume desde adentro. Es una guerra invisible que no siempre reconocemos, pero cuyos efectos son devastadores. Hoy, a la luz de la Palabra de Dios, te invito a reflexionar sobre cómo, sin darnos cuenta, podemos estar haciéndonos daño y alejándonos del propósito que el Señor tiene para nuestras vidas.

Estimado lector, hoy quiero invitarte a un viaje profundo y transformador. Es un recorrido hacia el corazón mismo del Evangelio, ese mensaje poderoso que no solo toca, sino que transforma vidas, comunidades, y naciones enteras. Como una semilla plantada en tierra fértil, la Palabra de Dios tiene un poder ilimitado, capaz de restaurar lo quebrantado y encender la esperanza en los corazones más oscuros.

Jesús nos dejó un mandato claro y urgente: "Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19). Hoy, más que nunca, este llamado resuena en nuestros corazones. No importa la raza, la cultura o la condición social; el Evangelio es para todos, sin excepción.

Hoy quiero hablarte como un padre que vela por sus hijos, como una madre que no puede soportar ver a su pequeño llorar. Sé que las luchas de la vida te han dejado exhausto, que las cargas del día a día han pesado sobre tus hombros. Pero hay esperanza, hay un tesoro escondido en tu dolor. Ven, acércate a la Palabra de Dios y déjate abrazar por su amor infinito.

Lo último

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16